...¿A QUIÉN NO PODRÁS AMAR? SI SÓLO HAY UN HOMBRE,
SI SÓLO HAY UNA MUJER, SI SÓLO HAY UN MUNDO...
DANIEL MACÍAS.

domingo, 30 de julio de 2017

DEREK WALCOTT - MI PRIMERA GUERRA



Fue ésa mi primera guerra: peleas a voces,
al mediodía, de hombres que solapan fardos
mientras las gavias chillan sus vocales monótonas
de complejas blasfemias sin llegar a las manos.
Hombres fornidos con motes enclenques que empujan
bacalao en barril y encumbran sacas de arroz,
que pueden, con un brazo, alzar rollos de cable
inmensos, izar galvanizador ondeante para
arrojarlo a las bodegas mientras los ganchos y argües
basculan alrededor. Almuerzan a la sombra
de pilas de mercancías atadas con nudos 
y cinchas y alejan a las gavias con mendrugos.
Siempre alguno se lesiona, el ron y la diabetes
de otro se llevan una pierna: queda raquítico
como su apodo. Es mendigo orgulloso, rugiente
cual camión que acelera en lo mejor de su trago.

Derek Walcott
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jueves, 20 de julio de 2017

LAS CONFESIONES DE DON QUIJOTE - LUIS GARCÍA MONTERO



LAS CONFESIONES DE DON QUIJOTE

Casi nadie me llama por mi nombre,
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Prefieren otorgarme
la nobleza ridícula que yo mismo elegí,
el título de un pobre caballero,
de una triste ilusión,
y me recuerdan hoy
por el delirio de mis noches,
alunado, valiente
en la cabalgadura de los sueños,
al confundir gigantes y molinos.

No les resulta fácil
convivir con el nombre de las cosas.
El dolor y el desvelo
convierten los rebaños en batallas,
las cuevas en enigmas
y la fealdad inhóspita en belleza.

Hermosa y respetable es la locura,
como la débil caridad del sueño,
hasta que descubrimos
las razones del Duque,
que invita al soñador y hace volar al loco
para fundar las normas de su corte,
las risas y los pleitos
que pudren corazones cortesanos.

Y ya no somos sombras,
sino cuerpos sin sombras,
ojos sin nadie
que viven en un reino de fantasmas
y han borrado las huellas de sus nombres
con un guante de plástico,
prendidos al vacío,
entre rosales pulcros y espinas bien cortadas,
como el jardín de un manicomio.
Madreselvas y lilas
alrededor de las preguntas
y de las soleadas canciones de los médicos.

Soy Alonso Quijano.
Yo recordé mi nombre en Barcelona,
después de ver el mar, de visitar la imprenta
y descubrir la farsa de mi vida
en la hospitalidad de los que hoy
repiten sin saberlo aquel destino
por el que me humillaban.

Fui derribado por mi propia burla,
cuando el azul del mundo,
en vez de gallardetes y clarines,
gastó la realidad de una palabra
para contar la arena
de los duelos perdidos
con los representantes de la luna.

Esta tarde de junio y de san Juan,
en esta solitaria habitación de hotel
que nos buscó el azar de la poesía,
regreso a Barcelona,
a importunarte con mis confesiones,
porque sigues ahí,
en lugar de la ficción,
suspenso una vez más,
delante del papel,
con el bolígrafo apuntando al cielo,
la mano en la mejilla
y el codo en el bufete.

Porque resulta hermosa y respetable
la caridad del sueño,
se han celebrado mucho mis hazañas.
Pero si quieres verme,
más allá de los himnos de mi triste figura,
y saber cómo fui
en el paisaje oscuro de mi tiempo,
o cómo soy ahora
entre las libertades de tu siglo,
abre el balcón y asómate a las Ramblas.

Pasa la multitud, cumple la historia
de sus mercados y sus oficinas.
Hay hombres y mujeres
que cambian de argumento al detener un taxi,
besos que sólo con una frontera
para volver a un domicilio,
colecciones de barcos que se olvidan
en una mesa de café
y gentes consagradas a fundirse
bajo la luz ambigua
en la llanura de sus movimientos.
No montan el caballo de los héroes,
pero están convencidos
de su programación,
de sus constituciones y sus leyes,
igual que yo creí
en mis novelas de caballería.

El retablo del mundo
sustituye las noches
por la historia medida de las noches,
y la luz de los ojos por la sed de las cámaras,
y la piel por un hueco
que las manos dibujan en el aire.

Exígele a la vida que te enseñe
a distinguir el mar del oleaje
que expulsa los desechos junto a las caracolas.

Al llegar a mi aldea
quise apretar el campo con los dedos
hasta sentir su araña
al lado de mi nombre,
la tarde que resiste en cada sílaba
dorada por la lluvia y el sol de la experiencia.
Volver será el oficio del amor,
incluso en un lugar impertinente.
Regresa tú también,
aprieta con tus manos el silencio
del último rencor
hasta sentir la caracola
que ha guardado la culpa y la inocencia
junto a la voz del mar,
esta canción añil
de los saludos y el adiós
que todavía compartimos.

Y que tu soledad camine por la casa,
vuelva de cuarto en cuarto
dejándose las luces encendidas,
por si alguien las ve,
y no quiere apagarlas,
y pregunta la historia que han escrito en su rostro,
las huellas de su nombre
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Como la rebeldía de la gente
que se atreve a vivir

fuera de las haciendas encantadas.


La intimidad de la serpiente
Luis García Montero
Tusquets Editores


martes, 4 de julio de 2017

KARMELO C. IRIBARREN - ESO ERA AMOR



MÍRALO

El viento, 
que arranca los árboles de cuajo,
el que enfurece al mar,
el que arrasa las costas 
sin clemencia,

sí, el mismo,
                    míralo ahora,

siguiéndote por la calle,
jugando con tu melena,
tonto perdido.

*****

ESO ERA AMOR 

Te veía
llegar,
cruzar la puerta,
darme un besazo en el morro,
mirarme a los ojos
de esa manera única,
como sólo tú miras
a los ojos: rompiendo
el calendario.

                   Te veía
hacer esas cosas sencillas
que tú haces
para que el mundo 
entre en razón;

y no sabía 
a quién
darle las gracias.

*****

MI PAÍS

Un teléfono arrancado,
un coche celular que frena, me mira
y vuelve a acelerar,
restos de una barricada ardiendo,
los semáforos como muertos puestos de pie,
este frío
que casi impide
respirar:
              ésa es
la inhóspita geografía
que he atravesado esta noche
para llegar hasta ti.

Tu piel,
mi país: donde el sol
se quedó a v¡vir.

*****

COMO EN LA VIDA

Todo puede suceder
en un poema:

lo cotidiano, sí,
pero también lo deslumbrante,
e incluso 
ambas cosas 
a la vez

–como en este, ahora
que empiezas a desnudarte...

*****

EN EL ÚLTIMO BAR

Y qué pasó
entonces.

Pasó una mujer.

Pero qué pasó.

Que era
de las que nunca 
terminan
de pasar.

*****

INGENUO

Creí que, como el mar
una noche de verano, tu sonrisa
me invitaba a sumergirme
(únicamente 
a mí)
en tus aguas 
profundas.

Pero salió la luna
y vi la playa llena
de exhaustos nadadores.

*****

Karmelo C. Iribarren
Pequeños incidentes (Antología poética)
Colección Visor de Poesía.